No puedo negar la tristeza, finjo que todo es normal, vago por una ciudad desconocida, envuelto en melancolía, me siento perdido y de varias maneras confundido, me señalo en el reflejo de un ventanal sucio y me cuestiono en que momento se extravió el camino.
Hay un oscuro pasado que nos persigue, unos años complicados y laberínticos, llenos de errores, sin paz; recorro estas sendas a diario sin encontrar un escape o una salida.
Agotado y cansino, una idea de rendición pasea por mi mente, más sin embargo, surge algo que inyecta el animo para seguir en la batalla.
Me siento frente a las teclas de un piano, esas frías escaleras de color perla y ébano, con intención de dedicarle una melodía y solo salen versos que podrán llegar a poesia, se ahoga mi voz en tribulación y en franca melancolía.
Es fuerte el sentimiento que me acompaña, me subo a el todas las mañanas, es una especie de montaña rusa emotiva, con el músculo rojo algo herido por las batallas libradas y los avatares de la vida cotidiana, pero mi rostro gallardo ha de reflejar lo opuesto.
Entonces, de repente y a pesar de que la soledad sea mi copiloto, doy un gran respiro y me lleno de aliento. Sé bien que seguirán surgiendo mis versos, aligerando así la carga y aquí estaré a la espera de mejores tiempos y ya no volver a perder el camino.
Ya no será la tristeza quien me acompañe...
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