Estos últimos días sentí la extraña necesidad de dejar de escribir, pero hubiese sido así como dejar de pensar. Me explicó?
Es dejar fluir un sentir, un momento de magia, de ver u oír algo que me transporta a una especie de espacio donde las palabras van tomando su debida posición, a veces riman, con seguridad hoy no lo harán.
Deje de escribirle a quien durante mucho fue inspiración de este vate, más no le olvidó, ella dueña de mis dedos cuando escribían en su piel, poseedora de la tinta donde mojaba mi pluma para crear los más exquisitos párrafos de amor, aquellos que hacían brotar lava del volcán.
Hoy mis dedos digitales solo pulsan una pantalla y en ella se pintan caracteres en un orden específico y sin emociones. Parece lejano el recuerdo de cuando mis manos recorrían cualquier trozo de papel, mientras el lápiz en la ya conocida tinta negra dejaba huellas en formas de jeroglíficos que solo yo lograba traducir y convertir en esas dulces poesías.
Hoy me encuentro perdido en mi propio laberinto, juntando piezas de un puzle, elaborado de recuerdos escritos dejados como pistas para reencontrarme.
He perdido tiempo luchando contra cosas fútiles que me han empujado al borde de abismos haciéndome perder de vista el frente para avanzar y crecer.
Soy culpable de mis desastres y equívocos, mis letras me alimentan y transforman, hacen percibir el mundo en diferentes visiones, tampoco soy todo lo que escribo, hay variables que solo a mi pertenecen.
Quizás tan solo sea tristeza, aunada a decepción, sumada a esta soledad que no deja de volver, seguiré recorriendo este laberinto de la vida que me ha dejado sabores y sinsabores, caminos transitados que no volverán.
Iré con ritmo y tiempo escribiendo nuevas letras con mi identidad a cuestas sin mirar atrás, no dejaré de plasmar mis sentires, quedan aún muchas hojas en blanco y con suerte, otro pergamino en piel, donde mis dedos vuelvan a renacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario