Lo vi de lejos, sus movimientos y expresiones me llamaron la atención, fije la mirada y lo vi bailar, saltar, gesticular y hasta coquetear con una chica que lo miraba.
Se reían y disfrutaban quienes junto a el estaban, los hacía felices y en sus rostros lo reflejaban.
Entonces, mire sus ojos, quietos y penetrantes, su sonrisa casi dibujada, su cabello desaliñado con un sombrero raído, su ropa de segunda y no variaba su expresión.
A medida que me acerqué, vi los hilos que emergían de todo su ser, todo era manejado desde arriba, como, cuando y hacia dónde!
El sol brillante ocultaba esa manera de guiarlo, de darle vida y su tez a pesar de sonreír, solo reflejaba tristeza, de saberse soportado por cuerdas. Sin identidad propia ni alma.
Llegue a su lado toque su hombro ya su acto había terminado, allí yacía tendido y sin atención, ya sin risas, sin aplausos, solo un objeto, era otro quien llenaba su sombrero y llevaba sus vítores.
Tomé su mano, era de una fría madera bien trabajada y mal pintada, la estreche con fuerza y sonriendo le dije "no estás solo como tu hay muchos". Un niño se percató y con inocencia me dijo "es un muñeco señor", con ahínco le dije "no seas nunca un títere actúa con hidalguía y se tu mismo".
Seguí mis pasos, ya la luz me permitió ver los hilos de muchos y no enredarme en ellos.
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